Trump, Macron, Erdoğan, Putin... Las falsas democracias: cuando los presidentes se creen reyes

En el discurso político actual, la democracia suele presentarse como el modelo universal. Sin embargo, bajo la fachada de elecciones libres y constituciones modernas, se esconde a menudo una realidad inquietante: la de presidentes que, una vez electos, gobiernan como si fueran monarcas.

Este fenómeno se conoce como personalismo político y, en su versión contemporánea, como neopresidencialismo o hiperpresidencialismo. El filósofo Karl Loewenstein lo describió como un absolutismo disfrazado de democracia: un sistema con elecciones y contralores que, en la práctica, concentra el poder en una sola figura.


El Personalismo: Un Monstruo Recurrente en Nuestra Historia

En Hispanoamérica, el personalismo ha marcado más de 150 años de historia política. Su raíz se encuentra en el caudillismo, nacido tras la caída del Imperio español, donde la fuerza y el prestigio de los “jefes” sustituyeron a las instituciones.

En tiempos de crisis, la sociedad buscaba un “salvador”, lo que reforzaba al líder fuerte y debilitaba el tejido institucional. El resultado: una constante tensión entre democracia formal y prácticas autoritarias.


Presidencialismo: El Trono Oculto

El presidencialismo, aunque inspirado en la teoría liberal, adoptó rasgos monárquicos en la práctica:

  • Inmunidad y fuero político: Los presidentes gozan de un nivel de impunidad casi absoluto.

  • Control legislativo: El veto presidencial funciona como una herramienta para limitar al Congreso.

  • Patronazgo y nombramientos: Los gabinetes dependen de la voluntad personal del presidente.

  • Designación judicial: Los jueces de altos tribunales suelen ser leales al presidente que los propone.

  • Sucesión “dinástica”: Aunque no de sangre, los mandatarios colocan a sus sucesores dentro del partido.

En la práctica, el presidente se convierte en una especie de “monarca republicano” o “Presidente Tlatoani”.


Ejemplos Globales de Presidentes-Reyes

El fenómeno de los presidentes que gobiernan como monarcas no se limita a una región en particular: se observa tanto en democracias avanzadas como en regímenes en transición. La concentración del poder, la personalización de la política y la erosión de contrapesos son patrones comunes en distintos países.

  • Europa:

    • Emmanuel Macron (Francia): Conocido como el “monarca republicano”, incluso él mismo adoptó la idea de un “presidente jupiterino”, es decir, distante, solemne y todopoderoso. Su estilo de gobierno ha sido criticado por centralizar excesivamente las decisiones en el Palacio del Elíseo, relegando a la Asamblea Nacional y generando malestar en una sociedad que exige mayor participación.

    • Recep Tayyip Erdoğan (Turquía): Encarnó la transformación más radical del sistema político turco, pasando de un parlamentarismo plural a un presidencialismo casi absoluto. Erdoğan se ha erigido como un “sultán moderno”, con control sobre los tribunales, los medios de comunicación y el aparato militar, limitando severamente la oposición.

    • Vladímir Putin (Rusia): Ejemplo paradigmático de un “zar contemporáneo”. Mediante reformas constitucionales y plebiscitos diseñados a su favor, ha logrado mantenerse en el poder durante más de dos décadas. Su estilo mezcla nacionalismo, populismo y autoritarismo, al tiempo que neutraliza a sus opositores y concentra la totalidad del poder en su figura.

  • Asia:

    • Xi Jinping (China): Aunque el sistema chino es de partido único, Xi ha elevado el personalismo a un nivel comparable con el de un emperador moderno. Tras abolir en 2018 los límites a la reelección, concentra en su figura la presidencia del país, el liderazgo del Partido Comunista y el mando militar supremo. Su control absoluto sobre la justicia, los medios y la vida política convierte a su liderazgo en un modelo claro de neopresidencialismo autoritario.

    • Kim Jong-un (Corea del Norte): Representa el extremo del fenómeno del “presidente-rey” al encabezar una dinastía política hereditaria disfrazada de república socialista. Su poder se basa en la propaganda, el culto a la personalidad y el control total del ejército y la sociedad. Aunque formalmente existe un parlamento, en la práctica funciona como una monarquía totalitaria.

    • Rodrigo Duterte (Filipinas): Entre 2016 y 2022 ejerció un poder de corte autoritario en un país con instituciones democráticas frágiles. Su “guerra contra las drogas”, con miles de ejecuciones extrajudiciales, mostró cómo el personalismo puede erosionar los marcos democráticos aun en repúblicas formalmente plurales.

    • La monarquía constitucional en Tailandia: Aunque Tailandia es oficialmente una monarquía parlamentaria, el rey ejerce una influencia política y simbólica de enorme peso, reforzada por una estricta ley de lesa majestad que impide criticar a la corona. Esta figura real, combinada con los frecuentes golpes de Estado militares, muestra cómo la tradición monárquica puede coexistir con instituciones democráticas débiles, limitando el desarrollo de una verdadera república.

  • América Latina:

    • Enrique Peña Nieto (México): Aunque formalmente respetó la alternancia, su gobierno reflejó el estilo de un presidente aristocrático. El lujo del avión presidencial y los escándalos de corrupción proyectaron una imagen de monarca rodeado de una élite beneficiada a costa del erario público.

    • Alberto Fujimori (Perú): Tras enfrentar la crisis del terrorismo y la hiperinflación, utilizó su popularidad para dar un autogolpe en 1992. Disolvió el Congreso y subordinó el poder judicial, instaurando un presidencialismo autoritario que recuerda a las monarquías absolutas.

  • Los límites y resistencias a la realeza presidencial:
    Aunque muchos líderes han intentado instalarse como “reyes electos”, en algunos países las instituciones han demostrado resiliencia:

    • Donald Trump (Estados Unidos): Durante su primer mandato (2017-2021), intentó socavar normas democráticas e instituciones, pero fue frenado por los tribunales y su derrota electoral en 2020. Sin embargo, en su actual regreso a la Casa Blanca, Trump ha intensificado su estilo de gobierno personalista, presionando a los medios de comunicación críticos, hostigando a opositores políticos y cuestionando abiertamente a periodistas. Sus constantes ataques contra la prensa y el sistema judicial reflejan la estrategia de un presidente que busca moldear el debate público a su favor, poniendo a prueba nuevamente la fortaleza institucional de Estados Unidos.

    • Álvaro Uribe (Colombia): A pesar de sus intentos por modificar las reglas de reelección, las cortes constitucionales y una oposición organizada limitaron sus ambiciones, mostrando que incluso en contextos de fuerte personalismo, la democracia puede resistir.

Estos ejemplos demuestran que, ya sea en Europa, Asia o América, la figura del presidente-rey surge cuando el poder se concentra en exceso en una sola persona. La diferencia crucial está en la fortaleza de las instituciones: allí donde son débiles, los mandatarios logran convertirse en autócratas modernos; donde son sólidas, los límites republicanos prevalecen.


Democraduras y Electo-Dictaduras

El retroceso democrático en muchos países ha dado origen a sistemas híbridos:

  • Democradura: Régimen que combina elementos democráticos con prácticas autoritarias.

  • Electo-dictadura: Gobiernos que manipulan procesos electorales para perpetuarse en el poder.

En ambos casos, la reelección indefinida y el control de instituciones son herramientas centrales para consolidar el poder.


La Perpetuación en el Poder

La tentación de perpetuarse en el poder ha sido el origen de muchas tiranías. En América Latina, varios líderes han modificado reglas de reelección o manipulado instituciones para quedarse:

  • Nicolás Maduro (Venezuela): Ha perfeccionado el modelo de concentración de poder iniciado por Chávez. Bajo su mando, el control del Tribunal Supremo, la manipulación electoral y la persecución de la oposición han convertido a Venezuela en un caso paradigmático de electo-dictadura. A pesar de la crisis económica y humanitaria, se mantiene en el poder debilitando los contrapesos democráticos.

  • Evo Morales (Bolivia) y Rafael Correa (Ecuador): Reformaron la Constitución durante períodos de bonanza para habilitar su reelección y prolongar su mandato.

  • Daniel Ortega (Nicaragua): Reapareció en 2007 y, tras modificar leyes e instituciones, permanece en el poder hasta hoy.

  • Álvaro Uribe (Colombia): Impulsó reformas para ampliar su poder, pero la justicia y la oposición lo frenaron.

  • Nayib Bukele (El Salvador): Su alta popularidad y control sobre instituciones han erosionado rápidamente los contrapesos democráticos.

Incluso en México, el expresidente Andrés Manuel López Obrador aseguró la continuidad de su proyecto político a través de su sucesora, Claudia Sheinbaum, evidenciando cómo los presidentes logran mantener influencia más allá de su mandato.


Conclusión

El presidencialismo en su versión más extrema se convierte en una “democracia monárquica”. La concentración de poder, la erosión institucional y la tentación de perpetuarse constituyen amenazas constantes para la democracia.

La lección histórica es clara:
sin contrapesos reales ni ciudadanía consciente, la democracia corre el riesgo de convertirse en un disfraz de la tiranía.

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